martes, 25 de mayo de 2010

Curiosidades de Italia

Roma es la única ciudad del mundo que está considerada como capital de tres estados independientes. Italia y El Vaticano son ya conocidos, pero es que también es la capital de la Orden de los Caballeros de Malta, que después de dar vueltas por  Jerusalen, Chipre, Rodas y Malta, ahora paran en la vía Condotti,68, con el privilegio de extraterritorialidad, con sus sellos, monedas, oficina diplomática e incluso una pequeña flota!

Historia: Los Etruscos

El origen de los Etruscos

Según Heródoto, los etruscos procedían de Lidia, en Asia Menor. Durante un período de hambre y bajo la dirección del hijo del rey Atis, Tirreno, una parte del pueblo había emigrado a occidente buscando nuevas tierras y alcanzaron las costas de Etruria, donde se asentaron. La fecha de la emigración habría tenido lugar en el siglo XIII a. C.
Dionisio de Alicarnaso, aún recogiendo la hipótesis de Heródoto y de otros historiadores griegos como Helánico de Mitilene, para quien los etruscos eran descendientes de los pelasgos, pueblo nómada y semilegendario que, desde el Adriático, se había extendido por Italia, concluye con la afirmación de la originalidad y antigüedad del pueblo etrusco y mantiene su autoctonía italiana.
Estas son las dos hipótesis que más inciden en la investigación actual. Y se completan con una tercera hipótesis, actualmente abandonada, según la cual los etruscos no son autóctonos, pero no proceden de oriente, sino, como los indoeuropeos, del norte de Europa y, por tanto, no habrían llegado a Italia por mar, sino a través de los pasos alpinos.

La identidad de los etruscos

Se puede considera como etruscos a un conglomerado de ciudades-estado, que, en época histórica, en el suelo de la Toscana, hicieron crecer una unidad cultural a partir de distintos elementos.
Tenemos en principio una población mediterránea autóctona de pastores y agricultores preindoeuropeos, que son portadores de la llamada cultura apenínica, de tradición neolítica, desarrollada a lo largo de la edad del bronce. Sobre esta población, en la época de transición al hierro se extiende por Italia la cultura de los campos de urnas, que están relacionados con movimientos de población indoeuropeos, empujados desde los Balcanes a Italia en dirección este-oeste, cuya consecuencia directa o indirecta en la Toscana es la aparición del geométrico villanoviano o protovillanoviano. Pero paralelamente a estos movimientos en los Balcanes tiene lugar en el Mediterráneo oriental una serie de conmociones cuyas más evidentes consecuencias están en el hundimiento del imperio hitita y en la desaparición de la talasocracia micénica. En las migraciones subsiguientes a estas dislocaciones, un pueblo procedente de esta área egeoasiánica, alcanzan las costas de la Toscana a través de un camino abierto por Micenas en época anterior. La llegada de estos tursikina hacia el cambio del milenio coincide con el lento asentamiento de poblaciones nómadas que están conectadas con la cultura de los campos de urnas. En un proceso que extiende a lo largo de los siglos IX y VIII estos asiánicos se constituyen en un superestrato que, a partir de la costa y hacia el interior, actúan sobre la población existente hasta alcanzar una unidad orgánica, que se plasma en una comunidad social, cultural y política homogénica a comienzos del siglo VII.
Mientras biológicamente la gran masa del pueblo etrusco es itálica y, por tanto, autóctona, desde el punto de vista cultural la aportación asiánica es fundamental.

El problema de la lengua etrusca

No ha llegado hasta nuestra época ningún manuscrito etrusco, si prescindimos del que aparece en las vendas que envolvían una momia egipcia de época helenística. En casi su absoluta integridad el material escrito es epigráfico. Las casi 10000 inscripciones aparecidas en el territorio etrusco, más las breves grabadas o pintadas sobre diversos objetos, ofrecen una pobre muestra para la reconstrucción de la lengua etrusca.
Sin embargo, el etrusco, a diferencia de otras lenguas antiguas, no ofrece ningún punto oscuro en lo relativo al desciframiento de sus signos, ya que utiliza un alfabeto de tipo griego, muy arcaico, con ciertas modificaciones para sonidos propios de la lengua etrusca, que, hasta hace poco, se creía prestado de la vecina colonia griega de Cumas y que hoy se supone tomado del propio ámbito griego, en fecha anterior a los comienzos de la colonización de Italia.
Con este alfabeto se escribía una lengua que, ciertamente, no puede adscribirse a ninguna otra de las conocidas en la Antigüedad.

La historia etrusca

Para reconstruir la historia etrusca hay que recurrir a fuentes indirectas, ya que es absoluta la falta de testimonios directos historiográficos.
El comienzo de la historia etrusca está en íntima relación con un fenómeno cultural evidente: la aparición en el material arqueológico que se conoce, de los nuevos modelos de la koiné orientalizante mediterránea, no sólo en objetos de importación, sino también en imitaciones autóctonas, que abandonan la decoración geométrica lineal villanoviana. Su explicación se encuentra en el súbito enriquecimiento del país, ligado a la explotación y tráfico del abundante metal de la Toscana. Las ciudades etruscas debieron lograr con este tráfico un estimable desarrollo, que pronto las puso en condiciones de competir en el mar con los pueblos colonizadores del mediterráneo occidental, fenicios y griegos, mientras extendían por el interior de la península sus intereses políticos y económicos fuera de sus propias fronteras.
La expansión marítima
Es lógico relacionar este desarrollo comercial y marítimo con la explotación y posterior elaboración de los metales de la Toscana, que constituyeron en la Antigüedad un núcleo de atención y atracción para los otros pueblos  comerciales del Mediterráneo, griegos y fenicios. Etruria, desde época muy temprana y por su carácter de explotadora de metales, se unió a esta empres comercial en el Mediterráneo, cuyo radio de acción fundamental fueron las costas del mar Tirreno, al que, incluso, dio nombre.
Máxima expansión etrusca
Pero la coincidencia griega de intereses y ámbito de acción debía conducir, tras una etapa inicial de colaboración o de coexistencia, a un conflicto abierto. La presencia etrusca en el Tirreno yuguló la posibilidad de expansión griega en las aguas septentrionales del Mediterráneo occidental. Y este conflicto se extendió a las zonas de interés común, como las costas de Campania y las islas tirrenas, Córcega, Cerdeña y el archipiélago de las Lípari, donde también traficaban los púnicos, que trajo como resultado un reparto de zonas de influencia y una política de alianzas y rivalidades entre las tres potencias. El inestable equilibrio quedó roto cuando, en el siglo VI, un nuevo grupo de griegos procedentes de Focea dio un nuevo impulso a la colonización griega con la fundación de centros en la costa septentrional del Mediterráneo occidental, en las costas de Francia, Cataluña y Córcega. Esta presencia focense en el territorio asignado a la talasocracia etrusca llevó a un entendimiento entre etruscos y cartagineses, a los que estorbaba por igual la actividad griega, plasmado en una alianza ofensiva que dirimió sus diferencias con los griegos en el mar Tirreno, frente a las costas de Alalía, alrededor del año 540 a.C. Las fuentes dan como vencidos a los griegos, pero la arqueología ha demostrado que éstos pudieron mantener sus bases en Córcega.Por su parte, los etruscos hubieron de enfrentarse desde entonces a una serie de problemas que significaron el comienzo de su progresiva influencia en el Mediterráneo. Fue Cartago el auténtico vencedor, ya que la batalla contribuyó a ampliar su radio de acción en el sur del Mediterráneo occidental, que, a partir de entonces, quedó cerrado tanto a las empresas griegas como a las etruscas. Etruria, aislada y limitada al norte del mar Tirreno hubo de aceptar la competencia griega, que terminaría por arruinar incluso su hegemonía sobre las costas de Italia. Los problemas económicos derivados de esta pérdida de influencia transformaron rápidamente las antiguas potencias marítimas etruscas en simples estados continentales, rivales entre sí y con un nuevo enemigo peligroso en Roma, que acabaría por absorberlas en su esfera política.
La expansión continental
La fuerza de expansión de las ciudades etruscas no quedó limitada a su dominio del Tirreno durante los siglos VII y VI. Estuvo acompañada paralelamente de una expansión política y cultural más allá de sus propias fronteras, en dos direcciones: hacia el norte, a través de los Apeninos, hasta la llanura padana y hacia el sur, más allá del Tíber, hasta las costas del Lacio y Campania. Esta empresa continental no fue fruto de un esfuerzo común y metódico de las ciudades etruscas, sino manifestaciones aisladas de la fuerza expansiva de las diferentes ciudades-estado que constituían la Nación etrusca.
El avance hacia el sur comenzó a principios del siglo VII. Su meta eran las ricas llanuras campanas y la aproximación a los centros comerciales griegos de la costa. El resultado fue la fundación de nuevas ciudades etruscas o la etrusquización de otras existentes como Capua. La vía terrestre hacia Campania pasaba necesariamente por el Lacio; y los etruscos no descuidaron su control, al ocupar los puntos estratégicos más importantes, como Tusculum, Praeneste y Roma, que recibieron la beneficiosa influencia del conquistador al ser transformados de simples aldeas a incipientes ciudades.
La expansión etrusca al otro lado de los Apeninos comenzó probablemente a fines del siglo VI, manteniéndose hasta que, en el siglo IV, las invasiones galas transformaron todo el territorio en la Galia Cisalpina
La decadencia etrusca
En la primera mitad del siglo V comienza la decadencia etrusca. Por una parte, el gran aliado etrusco, Cartago, quedó paralizado en Sicilia, tras la derrota sufrida contra los griegos en Himera en el año 480 a.C., precisamente, el mismo año en que la Grecia continental se sustraía a la amenaza persa, tras la batalla de Salamina. Esta victoria griega occidental elevó a la ciudad de Siracusa al carácter de ciudad hegemónica, y a ella recurrieron otras ciudades de Italia para conjurar la molesta competencia etrusca.
Cuando en 474 a.C se produjo un nuevo intento etrusco por conquistar Cumas, ésta pidió ayuda al tirano de Siracusa, Hierón, quien envió una flota contra la que tuvo que medir sus fuerzas la etrusca. La derrota de ésta significó el desmoronamiento de la influencia etrusca en el sur de Italia. En el Lacio, las ciudades latinas se sacudieron el yugo etrusco, entre ellas, Roma, y, en la Campania, el vacío político dejado por la ciudad etrusca fue aprovechado por los pueblos del interior, oscos y samnitas.
Etruria quedó reducida a su territorio originario y al ámbito septentrional de expansión por el Po y la costa Adriática. Pero aún éste, a comienzos del siglo IV se desmoronó ante un nuevo peligro, la invasión de los galos. Por esta época ya habían comenzado los conflictos con la ciudad de Roma que, desde el sur, inició una sistemática política de anexión de las ciudades etruscas meridionales, de las que Veyes fue la primera en caer. Cien años después, la propia Etruria había perdido su independencia.
El fermento de la romanización y la sistemática colonización llevaron a que doscientos años después, a comienzos del siglo I a.C., todo el territorio etrusco estuviese anexionado a Roma, e incluso la pérdida de su propia identidad cultural, que, en el Imperio, había olvidado hasta su lengua originaria, suplantada por el latín.

La sociedad etrusca

Estructura política
Su característica fundamental es la organización en ciudad-estado de cada uno de los pueblos, estructura altamente evolucionada frente al estadio tribal y de aldea del resto de los pueblos itálicos. Estas ciudades son políticamente independientes e incluso, en ocasiones, rivales y se levantan sobre sitios villanovianos y con un trazado ortogonal, tanto en la costa como en el interior de la Toscana. Un rasgo digno de atención de las ciudades etruscas es su federación, de rasgos más religiosos que políticos, que las congregaba anualmente en un santuario, cerca del lago de Bolsena; el Fanum Voltumnae. Esta federación se plasmó en forma de dodecápolis. Pero esta liga se anquilosó en la rutina religiosa y lo ritual, y apenas consiguió en contados momentos una eficaz unión militar y política. Pero, aún en sus fuertes limitaciones, la federación subsistió hasta época muy tardía, encabezada por un magistrado, elegido anualmente por los representantes de la confederación, el praetor Etruriae.
A la cabeza de cada ciudad, en las épocas más primitivas, estaba un rey (lucumo), que debió reunir en su persona atribuciones de carácter político, religioso y militar. Estas monarquías evolucionaron hacia regímenes oligárquicos gentilicios, con magistrados elegidos anualmente de forma colegiada y temporal, los zilath o pretores, presididos por un zilath supremo. Como en otros regímenes oligárquicos, las magistraturas se completaban con un senado, o asamblea de los nobles de la ciudad, y sólo en época tardía se inició una apertura de las responsabilidades políticas al conjunto del cuerpo ciudadano.
Organización social
Las pinturas y relieves nos muestran  una vida aristocrática que emplea su tiempo en luchas y juegos atléticos, deportes y caza, banquetes, dantas y fiestas, donde la mujer ocupar un lugar sorprendentemente activo, insólito para los contemporáneos griegos y romanos.
La sociedad etrusca es de carácter gentilicio, y en ella la pertenencia a una gens, expresada por el nombre familiar, precedido de un prenombre individual, es condición fundamental para el disfrute de los derechos y abre un abismo social frente a aquellos que no pueden demostrarla. El núcleo social era, como en Roma, la familia, entendida en un sentido económico amplio, en la que, con los miembros emparentados por lazos de sangre, se integraban los clientes libres y los esclavos.
Es evidente la escalada, en el sistema social originario, de un grupo de gentes que se elevan sobre el resto de la población libre, para constituir la nobleza, la cual monopoliza el aparato político a través del control de los medios de producción y de su prestigio social.
Las clases medias, si es que existieron, o, al menos, la base de la sociedad libre, nos es prácticamente desconocida. Pero es de suponer que en el ella el artesanado jugó un importante papel.
La verdadera clase inferior estaba representada por un elemento servil, numéricamente importante, ajeno a la organización gentilicia. Estos siervos, sin embargo, tenían abierta la posibilidad de movilidad social mediante su manumisión, los llamados lautni, que se integraban con ciertos privilegios en las familias gentilicias, sujetos al patrono por lazos de clientela.
En su conjunto, la sociedad etrusca es de carácter arcaico, estructurada en una pirámide, cuya cúspide está formada por unas pocas familias nobles, en cuyas manos se concentra la riqueza y el poder político, que, a través de la clientela, ejercen su control sobre la masa libre, y cuya base descansa en la población servil, la cual, con su trabajo, garantiza el poder económico de esta nobleza.
Economía
La agricultura ha de ser considerada como una de las bases fundamentales, a lo que contribuía la feracidad de la Toscana y, de otro, la posesión de evolucionados conocimientos técnicos, como la aplicación del regadío en labores complicadas de canalización.
Pero es sin duda la riqueza metalífera de Etruria lo que en más alto grado contribuyó al enriquecimiento del pueblo etrusco y a su papel fundamental en el Mediterráneo.
Productos agrícolas y manufacturas de metal, con otras mercancías, como la típica cerámica de bucchero, fueron objeto de un activo comercio. Los productos etruscos alcanzaban tanto al ámbito oriental mediterráneo, Grecia, Asia Menor y la costa fenicia, como al occidental hasta la península ibérica y, a través de Francia y de los pasos alpinos, llegaban a Europa central junto a otras manufacturas de distintos orígenes, en cuya distribución el comercio etrusco servía de intermediario.
Etruria, pues, se inserta en la amplia comunidad económica del Mediterráneo como uno de sus pilares básicos y contribuyó a crear una koiné de cultura, gustos y modas, que forman el rasgo más sobresaliente del ámbito internacional mediterráneo en los siglos VII y VI, conocida con el nombre de orientalizante.
Religión
La religión etrusca es revelada, y la ciencia religiosa se contenía en libros sagrados divididos en tres series: los haruspicini, que trataban del examen de las vísceras de las víctimas; los fulgurales, o interpretación del rayo, y los rituales, en los que se contenían los preceptos y cláusulas que debían regir la relación del individuo o colectivo con la divinidad. El conjunto de rituales y prácticas, de doctrina y teología se englobaba bajo el nombre de disciplina etrusca y era tan complejo que exigía la dedicación de sacerdotes especializados. El aspecto más importante de esta disciplina es, sin duda, la preocupación excesiva por desvelar el futuro, por penetrar en los misterios del destino y de sus fuerzas inflexibles y, por supuesto, por prevenirse en el caso de que este futuro fuera desfavorable. La figura del haruspex que, con el conocimiento de unas técnicas precisas, puede desvelar este destino, especialmente, mediante el examen del hígado de animales, es clave en la comprensión de la religión etrusca y gozó de enorme prestigio, no sólo en el mundo propiamente etrusco, sino en las culturas vecinas y, especialmente, en Roma.
Templo etrusco
El panteón etrusco presenta innumerables problemas, ya que el conjunto de divinidades propiamente etruscas sufrió modificaciones debidas al contacto con creencias de los pueblos vecinos y a la asimilación en funciones y relaciones con otros dioses de la mitología helénica y de los pueblos itálicos. El panteón etrusco está presidido por una tríada, Tinia, el dios del Rayo asimilado a Zeus; Uni, homologada a la romana Juno y Menrva, identificada con Minerva, a los que se veneraba en templos tripartitos, de los que el más famoso es el romano del Capitolio, construido en el período de dominio etrusco. Se conocen otros muchos nombres de dioses, sin poder, en la mayoría de los casos, precisar sus funciones y relaciones: Vertumnus,Voltumna, Fulfuns, Sethlans, Thurmus, Maris y Turan. Junto a estos dioses principales, destaca en la mitología etrusca la enorme proliferación de semidioses y potencias demoníacas, genios y espíritus de ultratumba, que conocemos por su continua representación en tumbas y sarcófagos. Esta obsesión por el más allá condujo a cuidar con especial esmero el lugar de reposo del difunto, rodeándolo de todo lo necesario para asegurar la continuidad de su vida. Las cámaras funerarias, excavadas en la tierra y alineadas en auténticas ciudades de los muertos, son aún hoy la más sorprendente manifestación de la cultura etrusca, y fuente inagotable de documentación. Estas tumbas, que reproducen en piedra la vivienda con su mobiliario, fingido en relieve o pintado, atesoran en sus paredes el impresionante testimonio de sus frescos, que nos abren plásticamente aspectos de la vida cotidiana y del largo viaje del alma más allá de la muerte.
Arte
Es evidente la existencia de un fuerte influjo griego, que convierte a Etruria en el elemento portador e irradiador del mundo cultural helénico a los pueblos itálicos. El arte etrusco, entre el siglo VIII y comienzos del VI, no elaboró, frente al arte griego, unos rasgos propios artísticos, con lo cual, al entrar en contacto casi exclusivo con la experiencia artística griega de comienzos del arcaísmo, acabó por caer en su órbita. Pero, precisamente esta etapa del arte etrusco, a lo largo del siglo VI, representa su fase más fecunda e interesante en la que, si bien los modelos son griegos, resultan patentes características regionales que la individualizan y le dan personalidad.
Arte etrusco
A comienzos del siglo V, el canon estilístico que impone Atenas, por un lado, y el aislamiento progresivo de Etruria, consecuencia de sus dificultades políticas y económicas, por otro, llevaron al anquilosamiento de su arte, que se limitó desde entonces a repetir las antiguas fórmulas arcaicas, ya sin vida, o copiar los modelos griegos, lo que lleva al arte etrusco, a partir del siglo IV y, paralelamente a la pérdida de su independencia política, a integrarse como una provincia más del arte griego, con casi absoluta pérdida de su originalidad
Referencias bibliográficas
Roldán Hervás, José Manuel. Historia de Roma I. La República romana. Ediciones Cátedra : Madrid, 1981.
Amoza, Verónica y Cubilla, César (moderadores); Los romanos. Parte I [en línea] [consultado el 24/05/2010]; Disponible en www.historiamoza.blogspot.com/2009/05/los-romanos-parte-i.html
Canto, A.M. Sobre los etruscos [en línea]. 2002. [consultado el 24/05/2010]. Disponible en www.celtiberia.net/verrespuesta.asp?idp=11133&pagina=1
Pellini, Claudio. Origen de Roma [en línea] [consultado el 24/05/2010] Disponible en www.portalplanetasedna.com.ar/origen_roma.htm

sábado, 22 de mayo de 2010

Sicilia en diapositivas (colaboración de Myrta Ruiz)

Gracias Myrta por esta presentación tan espectacular.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Música: Mietta - Canzoni (1989)


Un poco de música no viene mal!!! Disfrútenlo.

Gramática: Verbo VOLERE (Querer)

Condicional:

Io vorreiYo quisiera
tu vorrestiTú quisieras
lei vorrebbeElla quisiera
lui vorrebbeÉl quisiera
Lei vorrebbeUsted quisiera

Gramática: Verbo Potere (Poder)

Presente:

Io possoYo puedo
tu puoiTú puedes
lei puòElla puede
lui puòÉl puede
Lei puòUsted puede
noi possiamoNosotros podemos
voi poteteVosotros podéis
loro possonoEllos/as pueden

Condicional:

Io potreiYo podría
tu potrestiTú podrías
lei potrebbeElla podría
lui potrebbeÉl podría
Lei PotrebbeUsted Podría

Gramática: Glosario

Pompelino = Pomelo
Zucchero = Azúcar
Mi racomando = Le encargo, le pido, que sea así de esta manera.
Racomando = Recomiendo
Senza = Sin
Esatto = Exacto
Potrebbe = Verbo Potere (Poder) en 3ra. persona del singular del tiempo condicional; se utiliza como modo de cortesía cuando uno le pide algo a alguien a quien no conoce bien.

Gramática: Verbo VEDERE (Ver)

Io vedoYo veo
tu vediTu ves
lei vedeElla ve
lui vedeÉl ve
Lei vedeUsted ve
noi vediamoNosotros vemos
voi vedeteVosotros veis
loro vedonoEllos/as ven

Gramática: Verbo BERE (Beber)

Io bevoYo bebo
tu beviTu bebes
lei beveElla bebe
lui beveÉl bebe
Lei beveUsted bebe
Noi beviamoNosotros bebemos
voi beveteVosotros bebéis
loro bevonoEllos/as

Gramática: Verbo MANGIARE (Comer)

Io mangioYo como
tu mangiTú comes
lei mangiaElla come
lui mangiaÉl come
Lei mangiaUsted come
noi mangiamoNosotros comemos
voi mangiatevosotros coméis
loro mangianoEllos/as comen

FRATELLI D'ITALIA (Himno Nacional Italiano completo)

Historia: La colonización griega en Italia

Por más que la colonización tenga por causas fundamentales los problemas económico-sociales derivados de la situación de la tierra en Grecia y sea, por tanto, una colonización agraria, la colonia griega más antigua en Italia, hacia 770 a.C., Cumas, y su inmediata predecesora, Ischia, no tiene otra explicación que el interés griego por aproximarse lo más posible a la gran área de producción y tráfico de metal de Etruria. Estas colonias calcidias y las que seguirían en la costa oriental siciliana sirvieron de intermediaras en el tráfico comercial entre Italia y Grecia y contribuyeron a asentar firmemente la presencia griega en Sicilia e Italia meridional, la Magna Grecia, no sólo costera y comercial, sino territorial y agraria.
El que los calcidios fueran los primeros no quiere decir que fueran los únicos, ya que su ejemplo fue seguido por otras metrópolis griegas como Corinto, Megara, aqueos, peloponesios e incluso ciudades de las islas y de la costa jonia de Asia Menor, que fueron fundando colonias por las costas sicilianas y de Italia meridional hasta transformar estas regiones en una nueva Grecia, con sus mismas fórmulas político-sociales evolucionadas y su avanzada técnica y cultura, aunque también con sus mismos problemas políticos, económicos y sociales, a los que se sumaron otros causados por las distintas respuestas a un medio geográfico nuevo, por las relaciones entre las propias colonias y por la actitud frente a los pueblos itálicos.
Colonias griegas en Italia
La aportación de estos “griegos occidentales” se cumple sobre todo en el campo cultural y el hinterland indígena de sus asentamientos, aunque, directamente, sólo de modo limitado. Pero indirectamente, sus huellas se aprecian en los campos de las instituciones político-sociales, como la propia concepción de la polis; en la economía, la extensión del cultivo científico de la vid y el olivo, y en diversas manifestaciones de la cultura: religión, arte, escritura…, alcanzó a amplias regiones de Italia a través de un pueblo itálico, cuyo desarrollo abre el primer capítulo de la historia de la península, los etruscos.
Referencias Bibliográficas
Roldán Hervás, José Manuel. Historia de Roma I. La República romana. Ediciones Cátedra : Madrid, 1981.
Carlos Viloria [edit.], Las Colonias Griegas [en línea]; 2009 [consultado el 19 de mayo de 2010 a las 20:25]; Disponible en <www. lisiasyeufileto.blogspot.com/2009_03_01_archive.html

Gramática: Verbo CAPIRE (Entender)

Io capiscoYo entiendo
tu capisciTú entiendes
lei capisceElla entiende
lui capisceÉl entiende
Lei capisceUsted entiende
noi capiamoNosotros entendemos
voi capiteVosotros entendéis
loro capisconoEllos/as entienden

Gramática: Verbo PREFERIRE (Preferir)

Io preferiscoYo prefiero
tu preferisciTú prefieres
lei preferisceElla prefiere
lui preferisceÉl prefiere
Lei preferisceUsted prefiere
noi preferiamoNosotros preferimos
voi preferiteVosotros preferís
loro preferisconoEllos/as prefieren

Gramática: Verbo FARE (hacer)

Io faccioYo hago
tu faiTú haces
lei faElla hace
lui faÉl hace
Lei faUsted hace
noi facciamoNosotros hacemos
voi fateVosotros hacéis
loro fannoEllos/as hacen

viernes, 14 de mayo de 2010

Historia: Los pueblos itálicos

El problema de la etnia itálica

Arqueólogos y lingüistas coinciden en el hecho de que la indoeuropeización de Italia, como en otros ámbitos del Mediterráneo, supone la presencia de grupos humanos nuevos. La aparición de estos grupos no puede explicarse por una vía unitaria de penetración, ni desde el punto de vista temporal y geográfico, ni desde el circunstancial de los modos y caminos de introducción.
Sobre una base mediterránea del neolítico, inciden con diversa intensidad elementos étnicos, lingüísticos y culturales procedentes del Mediterráneo occidental (cultura del vaso campaniforme), oriental (influencias egeo-asiánicas y micénicas) y de Europa central y oriental (penetración indoeuropea), que terminan por cristalizar, ya entrada la edad del hierro, a partir del siglo VII, en una serie de pueblos con rasgos culturales y lingüísticos precisos, aunque, aún en parte, sin fronteras estables, sobre los que, a su vez, se hará sentir la presencia de otros pueblos ya totalmente históricos: etruscos, griegos y celtas.

El mapa etnológico de la Italia antigua

En el norte, en la costa tirrénica, entre el Arno y el Ródano, a lo largo del golfo de Génova y en los Alpes Marítimos, encontramos a los ligures, como resto de una etnia más amplia anterior, divididos en distintas tribus. Los testimonios lingüísticos evidencia un sustrato preindoeuropeo, sobre el que incidió un elemento indoeuropeo. La presión etrusca posterior por el sur y celta por el norte contribuyeron a restringir aún más su área de expansión.
Más al oriente, al norte del valle del Po, los cursos del Trentino y del Alto Adigio albergan a los retios, posiblemente también preindoeuropeos, sobre los que ejercerá más tarde su influencia la cultura etrusca.
Finalmente, el ámbito nordoriental con fachada al Adriático, estaba ocupado por los vénetos. Se trata de una población claramente indoeuropea, cuyos rasgos culturales se emparentan con los ilirios del otro lado del Adriático.
En el centro de Italia, en la región entre el Arno y el Tíber, donde había tenido lugar la cultura villanoviana, se asentarán los etruscos. Su fuerza expansiva, sin embargo, no quedó limitada a esta región, sino que se extendió por las regiones periféricas hacia el valle medio del Po y hacia Campania.
El resto de Italia, si excluimos Cerdeña, donde se manifiesta una población no indoeuropea de rasgos muy antiguos, los sardos, y ciertas regiones de Sicilia, que conservan población mediterránea pre indoeuropea, como los sicanos y los élimos, aparece habitada por poblaciones que, con el nombre genérico de itálicos, tienen en común la utilización de lenguas indoeuropeas. Estas lenguas pueden agruparse en dos familias lingüísticas de muy distinta expansión: el latino-falisco y el osco-umbro.
Al primer grupo pertenece el pueblo latino, asentado en la llanura del Lacio y en el curso bajo del Tíber, y la pequeña comunidad falisca, situada en la orilla derecha del mismo río.
El segundo grupo itálico se extiende a lo largo de la cadena apenínica, por toda la península, desde Umbría hasta Lucania y el Brutium en el sur. Se trata de poblaciones montañesas, dedicadas al pastoreo de trashumancia y aún muy recientes en su asentamiento. Se conoce a estas poblaciones con el nombre de sabelio-samnitas, y aparecen divididas en un gran número de pueblos distintos. El más importante es el samnita, que habitaba los Abruzzos, y que se extendió posteriormente a Lucania, Calabria y Campania. Alrededor del Lacio se individualizaban los grupos de marsos, ecuos, volscos, hérnicos y sabinos. Al norte de ellos, lindantes con Etruria, se extendían los umbros y, finalmente, en la costa adriática, de norte a sur, se desplegaba una serie de pueblos como los picenos, frentanos, apulios, yápigos y mesapios. E indoeuropeos eran, por fin, los sículos.
Sobre este fragmentado y heterogéneo mapa etno-lingüístico, a partir del siglo VIII a. C., ejercerá una profunda influencia cultural, la presencia en Italia de dos pueblos culturalmente más avanzados, etruscos y griegos.
Referencias Bibliográficas:
Roldán Hervás, José Manuel. Historia de Roma I. La República romana. Ediciones Cátedra : Madrid, 1981

jueves, 13 de mayo de 2010

Recetas: Arrostro alle nocciole

Ingredientes:

1,6 kilos de carne de ternera en una pieza
2 hojas de laurel
1 ramito de romero
2 hojas de salvia
2 dientes de ajo sin pelar
1 vaso de vino blanco
200 gramos de caldo de carne
80 gramos de avellanas picadas
1 cucharada de harina de maíz
4 cucharadas de vino de marsala
40 gramos de mantequilla
4 cucharadas de aceite
1 pizca de sal
1 pizca de pimienta

Preparación:

Dorar la carne en la mantequilla y aceite y unir el ajo y las hierbas. Verter el vino blanco y dejar evaporar.
A continuación salpimentar y verter el caldo de verduras. Tapar y dejar cocer una hora y 45 minutos, girando la carne un par de veces durante este tiempo.
Una vez hecha la carne, se envuelve en papel de aluminio para conservar el calor.
Pasar el caldo por el colador y unir a éste las avellanas en polvo, la harina de maíz tostada y el vino de marsala.
Pasar por la batidora y cocinar unos 10 ó 15 minutos.
Cortar la carne en rodajas y servir la salsa por encima de las mismas.
Referencias Bibliográficas:
Anónimo. Arrostro alle nociole [En línea] [consultado el 13 de mayo de 2010 a las 19:48 hs.] Disponible en http://www.publiboda.com/cm/pbreceta/6472/ARROSTRO_ALLE_NOCCIOLE.html

miércoles, 12 de mayo de 2010

Gramática: Verbo VOLERE

Io voglioYo quiero
tu voiTú quieres
lei vuoleElla quiere
lui vuoleÉl quiere
Lei vuoleUsted quiere
noi vogliamoNosotros queremos
voi voleteVosotros queréis
loro voglionoEllos/as quieren

martes, 11 de mayo de 2010

L’artícolo determinativo

Davanti a:SingolarePlurale
MaschileConsonante


“s” + consonante (s impura) e a “z”, “gn”, “ps”


Vocale
il panino
il signore

lo studente
lo zucchino



L’aperitivo
i panini
i signori

gli studenti
gli zucchini



gli aperitivi

Feminile

Consonante


Vocale

la
spremuta


l’aranciata

le spremute


le aranciate

Gramática: el verbo AVERE

Io hoyo tengo
tu haitu tienes
lei haella tiene
lui haél tiene
Lei haUsted tiene
noi abbiamonosotros tenemos
voi avetevosotros tenéis
loro hannoellos/as tienen
Nota importante: Generalmente el verbo avere se utiliza con el sentido de “tener”, sin embargo en algunas ocasiones, se utiliza con el sentido de “haber”.

domingo, 9 de mayo de 2010

Gramática: L’articolo indeterminativo

Maschile

Davanti a consonante e a vocaleun prosecco
un aperitivo
un atleta
Davanti a “s” + consonanti (s impura) e a “z”, “ps”, “gn”uno scolaro
uno zaino
uno psicologo
uno gnomo

Feminile

Davanti a consonanteuna birra
una spremuta
Davanti a vocaleun’amica
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Historia: La indoeuropeurización de Italia

Los datos arqueológicos

Es un hecho indiscutible la gran conmoción cultural o étnica, visible en los restos arqueológicos y fechable hacia el último tercio del siglo XIII, en correspondencia con otros importantes cambios, que tiene lugar en todo el ámbito del Mediterráneo oriental. Es la llamada “migración egea”, cuyo impulso habría sido obra de los ilirios. Otra de las manifestaciones de esta conmoción tiene lugar en el sur y sus protagonistas son los llamados “pueblos del mar” que, desde el siglo XIV, actúan como bandas de mercenarios en los ejércitos poderosos de la época. La consecuencia más importante de estas conmociones es la ruina del imperio micénico, que se refleja en Italia en la atenuación y cese de las relaciones que hasta ahora habían unido al Egeo con Italia.

Paralelamente se observa por toda Italia y las islas la extensión de un nuevo rito de enterramiento en urnas de cremación, semejantes a las de los “campos de urnas” del norte de los Alpes, elemento tan característico que ha dado nombre a la propia cultura de sus portadores. El pueblo que la introduce en Italia es el llamado “protoilirio”, en el que nos encontraríamos con el primer pueblo indoeuropeo que interviene y ejerce una duradera influencia en la península. Su expansión en ella se extiende fundamentalmente a la llanura baja del Po, en la región véneta, y a Apulia, por más que no quede exclusivamente limitado a estas regiones, ya que elementos ilirios se encuentran prácticamente por toda Italia.

Tradicionalmente, y de forma paralela a la penetración iliria por el este, se considera que estos nuevos elementos que inciden sobre la cultura apenínica son producidos por un segundo grupo de indoeuropeos que recibirán el nombre de itálicos, divididos en dos subgrupos de irregular extensión: latino-faliscos y umbro-sabelios.

Sin embargo la evidencia arqueológica de esta penetración de itálicos en el ámbito de la cultura apenínica no es clara y se apoya fundamentalmente en criterios lingüísticos.

El período del Bronce final, a partir de 1200 a.C., y la transición a la edad del hierro presentan una variedad enorme de elementos culturales mezclados que autorizarían a considerarlos como una verdadera “época oscura”. Lo que es indudable es que en este período se fijará, a través de la diversificación en grupos, el panorama étnico y cultural del territorio italiano, que quedará precisado a partir del siglo IX, en la edad del hierro.

La edad del hierro en Italia: el villanoviano

La manifestación más importante y rica de la edad del hierro en Italia, es sin el villanoviano, cuyos inicios pueden remontarse a la mitad del siglo X, y que se extiende hasta el último cuarto del siglo VI. Su núcleo fundamental se encuentra en las regiones de Emilia y Toscana. Sus características fundamentales son las tumbas de cremación en grandes urnas de cerámica negra, de forma bicónica, decoradas con motivos geométricos, que, al evolucionar, se mezclan con tumbas de inhumación, al tiempo que se hace visible un extraordinario desarrollo de la metalurgia bajo la influencia de las contemporáneas primeras colonias griegas en Italia. Sus últimas fases se integran, desde el geométrico primitivo, en la corriente orientalizante presente en todo el ámbito mediterráneo.

Área de asentamiento de la cultura villanoviana

Las restantes culturas de la edad del hierro presentes en Italia tienen menos interés, ya que su característica más acusada es su apego a las antiguas formas apenínicas en una muy lenta evolución. Entre ellas citemos la llamada cultura de fosa, que se desarrolla en la costa tirrena al sur del Lacio; la propia cultura del Lacio; la civilización del Piceno, en la costa adriática; y las diversas manifestaciones del valle del Po, que se engloban bajo el nombre de cultura de Golasecca.

Los datos lingüísticos

En este ámbito el fenómeno axial, unido, al tiempo, con la problemática general, es la indoeuropeización de Italia, que se manifiesta en la imposición progresiva de un nuevo mundo lingüístico, llamado indoeuropeo, sobre otro, más antiguo, no indoeuropeo.

El conjunto de hechos lingüísticos indiscutibles que pueden rastrearse, es el siguiente:

  1. En tiempos históricos, perfectamente documentados, se aprecia la existencia contemporánea en Italia de idiomas indoeuropeos y no indoeuropeos, lo que, si tenemos en cuenta que los segundos son más antiguos, demuestra un proceso de indoeuropeización.
  2. La zona no indoeuropea es oriental; la indoeuropea, oriental. Puesto que la zona no indoeuropea es la más antigua, este hecho indicaría que el avance del indoeuropeísmo se produce de oriente a occidente.
  3. Dentro del ámbito indoeuropeo se aprecian tres grupos: el latino-falisco, el umbro-sabelio (u osco-umbro) y el adriático. El más arcaico es el primero, lo que indicaría que se trata de la primera oleada de elementos indoeuropeos, a la que seguirá una segunda umbrosabelia y, finalmente, una tercera más reciente, oriental. Consecuentemente, la penetración indoeuropea tuvo lugar de oriente a occidente, a través del Adriático y la península.

Referencias bibliográficas
  • Roldán Hervás, José Manuel. Historia de Roma I. La República romana. Ediciones Cátedra : Madrid, 1981

Historia: La Edad del Bronce

Las diferencias mencionadas entre las dos zonas culturales italianas del neolítico se verán subrayadas con los comienzos del metal, cerca del 1800 a.C., en el período eneolítico, y a lo largo de la edad del bronce. A partir de esta época Italia es relejo de las innovaciones de las culturas que la rodean: el ámbito egeo-anatólico, europeo oriental, centroeuropeo y europeo occidental confluyen en distintas regiones peninsulares para diferenciarlas, al menos, culturalmente, lo que no impide una ósmosis de elementos entre ellas, que contribuyen a una complejización extrema de los ámbitos y, por supuesto, de su clara limitación espacial, si bien se patente la afirmación del sur en los modos mediterráneos, que se plasmarán en la llamada cultura apenínica, mientras el norte vuelve su cara a Europa hasta el punto de poder ser catalogado como subcentroeuropeo.
Junto a la caza y pesca, el hombre italiano practica ya una rudimentaria agricultura. Unida a la agricultura está la domesticación de animales y las creencias de ultratumba.
El Bronce pleno, a partir de 1400 a.C. ve plasmadas todas estas influencias distintas, en el sur, con la afirmación de la cultura apenínica y la incuestionable presencia micénica en aguas adriáticas y tirrenas; en el norte con la aparición, en el ámbito entre los Apeninos y el Po, en la Emilia, de una original cultura de aldeas sobre postes, de tipo palafítico, que alcanzará su mayor floración en el Bronce final y que se conoce con el nombre de Terramara.

El Bronce meridional: la cultura apenínica

Bajo esta etiqueta se engloban una serie de grupos humanos que, en el ámbito occidental de la península italiana, a lo largo de la cadena apenínica, muestran unos rasgos culturales más primitivos que las culturas contemporáneas del norte.
Se trata de una cultura de pastores trashumantes, que practicaban el rito de la inhumación para enterrar a sus muertos en tumbas dolménicas, y que utilizaban una cerámica hecha a mano y de color negro con decoración en zig-zag y punteado, cuyos testimonios pueden rastrearse desde el siglo XIV a.C.

La presencia micénica en las costas italianas

La arqueología italiana ha confirmado con documentos fehacientes el fondo de veracidad de antiguas tradiciones griegas sobre la presencia micénica en las costas italianas.
Una auténtica talasocracia llevaba a los barcos micénicos a través del Mediterráneo, desde Egipto y Palestina por el sur, a Troya y Siria por el oriente y a las islas Lípari, Sicilia e Italia meridional por occidente.
Se puede asegurar la presencia de establecimientos micénicos en Italia, que alcanzan su plenitud entre los siglos XIV y XII, en Sicilia, en las islas Lípari y en algunos lugares de la costa tirrena, pero, especialmente, en la región en torno a Tarento.
La significación del interés comercial y político del mundo micénico en Italia está en su influencia sobre los pueblos y culturas indígenas de la llamada cultura apenínica.

El Bronce septentrional: las terramare

Ya desde el eneolítico aparecen aldeas palafíticas en la región de los lagos de la ladera suralpina, semejantes a otros establecimientos lacustres europeos. Su cultura apenas tiene importancia, puesto que sus formas son de tradición neolítica. El tipo de hábitat está naturalmente mediatizado por el terreno pantanoso y proclive a las inundaciones de la región. Las excavaciones han proporcionado una gran cantidad de cerámica negra y armas de bronce, y los utensilios indican que se trata de una población de agricultores.
Referencias bibliográficas:
  • Roldán Hervás, José Manuel. Historia de Roma I. La República romana. Ediciones Cátedra : Madrid, 1981

sábado, 8 de mayo de 2010

Gramática: El verbo CHIAMARE/CHIAMARSI

Io mi chiamo yo me llamo
tu ti chiami tu te llamas
lei si chiama ella se llama
lui si chiama él se llama
Lei si chiama Usted se llama
noi ci chiamiamo nosotros nos llamamos
voi vi chiamate vosotros os llamáis
loro si chiamano ellos/as se llaman

Arte: Leonardo Da Vinci

Nació en 1452 en la villa toscana de Vinci, hijo natural de una campesina, Caterina (que se casó poco después con un artesano de la región), y de Ser Piero, un rico notario florentino. Italia era entonces un mosaico de ciudades-estado como Florencia, pequeñas repúblicas como Venecia y feudos bajo el poder de los príncipes o el papa. El Imperio romano de Oriente cayó en 1453 ante los turcos y apenas sobrevivía aún, muy reducido, el Sacro Imperio Romano Germánico; era una época violenta en la que, sin embargo, el esplendor de las cortes no tenía límites.
Su enorme curiosidad se manifestó tempranamente, dibujando animales mitológicos de su propia invención, inspirados en una profunda observación del entorno natural en el que creció.
Consciente ya del talento de su hijo, su padre lo autorizó, cuando Leonardo cumplió los catorce años, a ingresar como aprendiz en el taller de Andrea del Verrocchio, en donde, a lo largo de los seis años que el gremio de pintores prescribía como instrucción antes de ser reconocido como artista libre, aprendió pintura, escultura, técnicas y mecánicas de la creación artística. El primer trabajo suyo del que se tiene certera noticia fue la construcción de la esfera de cobre proyectada por Brunelleschi para coronar la iglesia de Santa Maria dei Fiori. Junto al taller de Verrocchio, además, se encontraba el de Antonio Pollaiuollo, en donde Leonardo hizo sus primeros estudios de anatomía y, quizá, se inició también en el conocimiento del latín y el griego.

Juventud y descubrimientos técnicos

Era un joven agraciado y vigoroso que había heredado la fuerza física de la estirpe de su padre; es muy probable que fuera el modelo para la cabeza de San Miguel en el cuadro de Verrocchio Tobías y el ángel, de finos y bellos rasgos. Por lo demás, su gran imaginación creativa y la temprana maestría de su pincel, no tardaron en superar a las de su maestro: en el Bautismo de Cristo, por ejemplo, donde un dinámico e inspirado ángel pintado por Leonardo contrasta con la brusquedad del Bautista hecho por Verrocchio.
El joven discípulo utilizaba allí por vez primera una novedosa técnica recién llegada de los Países Bajos: la pintura al óleo, que permitía una mayor blandura en el trazo y una más profunda penetración en la tela. Además de los extraordinarios dibujos y de la participación virtuosa en otras obras de su maestro, sus grandes obras de este período son un San Jerónimo y el gran panel La adoración de los Magos (ambos inconclusos), notables por el innovador dinamismo otorgado por la maestría en los contrastes de rasgos, en la composición geométrica de la escena y en el extraordinario manejo de la técnica del claroscuro.
Florencia era entonces una de las ciudades más ricas de Europa; sus talleres de manufacturas de sedas y brocados de oriente y de lanas de occidente, y sus numerosas tejedurías la convertían en el gran centro comercial de la península itálica; allí los Médici habían establecido una corte cuyo esplendor debía no poco a los artistas con que contaba. Pero cuando el joven Leonardo comprobó que no conseguía de Lorenzo el Magnífico más que alabanzas a sus virtudes de buen cortesano, a sus treinta años decidió buscar un horizonte más prospero.

Primer período milanés

En 1482 se presentó ante el poderoso Ludovico Sforza, el hombre fuerte de Milán por entonces, en cuya corte se quedaría diecisiete años como «pictor et ingenierius ducalis». Aunque su ocupación principal era la de ingeniero militar, sus proyectos (casi todos irrealizados) abarcaron la hidráulica, la mecánica (con innovadores sistemas de palancas para multiplicar la fuerza humana), la arquitectura, además de la pintura y la escultura. Fue su período de pleno desarrollo; siguiendo las bases matemáticas fijadas por León Bautista Alberti y Piero della Francesca, Leonardo comenzó sus apuntes para la formulación de una ciencia de la pintura, al tiempo que se ejercitaba en la ejecución y fabricación de laúdes.
Hombre de Vitruvio
Estimulado por la dramática peste que asoló Milán y cuya causa veía Leonardo en el hacinamiento y suciedad de la ciudad, proyectó espaciosas villas, hizo planos para canalizaciones de ríos e ingeniosos sistemas de defensa ante la artillería enemiga. Habiendo recibido de Ludovico el encargo de crear una monumental estatua ecuestre en honor de Francesco, el fundador de la dinastía Sforza, Leonardo trabajó durante dieciséis años en el proyecto del «gran caballo», que no se concretaría más que en una maqueta, destruida poco después durante una batalla.
Resultó sobre todo fecunda su amistad con el matemático Luca Pacioli, fraile franciscano que en 1494 publicó su tratado de la Divina proportione, ilustrada por Leonardo. Ponderando la vista como el instrumento de conocimiento más certero con que cuenta el ser humano, Leonardo sostuvo que a través de una atenta observación debían reconocerse los objetos en su forma y estructura para describirlos en la pintura de la manera más exacta. De este modo el dibujo se convertía en el instrumento fundamental de su método didáctico, al punto que podía decirse que en sus apuntes el texto estaba para explicar el dibujo, y no éste para ilustrar a aquél, por lo que Da Vinci ha sido reconocido como el creador de la moderna ilustración científica.
El ideal del saper vedere guió todos sus estudios, que en la década de 1490 comenzaron a perfilarse como una serie de tratados (inconclusos, que fueron recopilados luego en el Codex Atlanticus, así llamado por su gran tamaño). Incluye trabajos sobre pintura, arquitectura, mecánica, anatomía, geografía, botánica, hidráulica, aerodinámica, fundiendo arte y ciencia en una cosmología individual que da, además, una vía de salida para un debate estético que se encontraba anclado en un más bien estéril neoplatonismo.
Aunque Leonardo no parece que se preocupara demasiado por formar su propia escuela, en su taller milanés se creó poco a poco un grupo de fieles aprendices y alumnos: Giovanni Boltraffio, Ambrogio de Predis, Andrea Solari, su inseparable Salai, entre otros; los estudiosos no se han puesto de acuerdo aún acerca de la exacta atribución de algunas obras de este período, tales como la Madona Litta o el retrato de Lucrezia Crivelli. Contratado en 1483 por la hermandad de la Inmaculada Concepción para realizar una pintura para la iglesia de San Francisco, Leonardo emprendió la realización de lo que sería la celebérrima Virgen de las Rocas, cuyo resultado final, en dos versiones, no estaría listo a los ocho meses que marcaba el contrato, sino veinte años más tarde. La estructura triangular de la composición, la gracia de las figuras, el brillante uso del famoso sfumato para realzar el sentido visionario de la escena, convierten a ambas obras en una nueva revolución estética para sus contemporáneos.
A este mismo período pertenecen el retrato de Ginevra de Benci (1475-1478), con su innovadora relación de proximidad y distancia y la belleza expresiva de La belle Ferronière. Pero hacia 1498 Leonardo finalizaba una pintura mural, en principio un encargo modesto para el refectorio del convento dominico de Santa Maria dalle Grazie, que se convertiría en su definitiva consagración pictórica: La última cena. Necesitamos hoy un esfuerzo para comprender su esplendor original, ya que se deterioró rápidamente y fue mal restaurada muchas veces. La genial captación plástica del dramático momento en que Cristo dice a los apóstoles «uno de vosotros me traicionará» otorga a la escena una unidad psicológica y una dinámica aprehensión del momento fugaz de sorpresa de los comensales (del que sólo Judas queda excluido). El mural se convirtió no sólo en un celebrado icono cristiano, sino también en un objeto de peregrinación para artistas de todo el continente.

El regreso a Florencia

A finales de 1499 los franceses entraron en Milán; Ludovico el Moro perdió el poder. Leonardo abandonó la ciudad acompañado de Pacioli y tras una breve estancia en casa de su admiradora la marquesa Isabel de Este, en Mantua, llegó a Venecia. Acosada por los turcos, que ya dominaban la costa dálmata y amenazaban con tomar el Friuli, la Signoria contrató a Leonardo como ingeniero militar.
En pocas semanas proyectó una cantidad de artefactos cuya realización concreta no se haría sino, en muchos casos, hasta los siglos XIX o XX, desde una suerte de submarino individual, con un tubo de cuero para tomar aire destinado a unos soldados que, armados con taladro, atacarían las embarcaciones por debajo, hasta grandes piezas de artillería con proyectiles de acción retardada y barcos con doble pared para resistir las embestidas. Los costes desorbitados, la falta de tiempo y, quizá, las excesivas (para los venecianos) pretensiones de Leonardo en el reparto del botín, hicieron que las geniales ideas no pasaran de bocetos. En abril de 1500 Da Vinci entró en Florencia, tras veinte años de ausencia.
César Borgia, hijo del papa Alejandro VI, hombre ambicioso y temido, descrito por el propio Maquiavelo como «modelo insuperable» de intrigador político y déspota, dominaba Florencia y se preparaba para lanzarse a la conquista de nuevos territorios. Leonardo, nuevamente como ingeniero militar, recorrió los terrenos del norte, trazando mapas, calculando distancias precisas, proyectando puentes y nuevas armas de artillería. Pero poco después el condottiero cayó en desgracia: sus capitanes se sublevaron, su padre fue envenenado y él mismo cayó gravemente enfermo. En 1503 Leonardo volvió a la ciudad, que por entonces se encontraba en guerra con Pisa y concibió allí su genial proyecto de desviar el río Arno por detrás de la ciudad enemiga cercándola y contemplando la construcción de un canal como vía navegable que comunicase Florencia con el mar: el proyecto sólo se concretó en los extraordinarios mapas de su autor.
Pero Leonardo ya era reconocido como uno de los mayores maestros de Italia. En 1501 había causado admiración con su Santa Ana, la Virgen y el Niño; en 1503 recibió el encargo de pintar un gran mural (el doble del tamaño de La última cena) en el palacio Viejo: la nobleza florentina quería inmortalizar algunas escenas históricas de su gloria. Leonardo trabajó tres años en La batalla de Angheri, que quedaría inconclusa y sería luego desprendida por su deterioro. Importante por los bocetos y copias, éstas serían admiradas por Rafael e inspirarían, un siglo más tarde, una célebre de Peter Paul Rubens.
También sólo en copias sobrevivió otra gran obra de este periodo: Leda y el cisne. Sin embargo, la cumbre de esta etapa florentina (y una de las pocas obras acabadas por Leonardo) fue el retrato de Mona Lisa. Obra famosa desde el momento de su creación, se convirtió en modelo de retrato y casi nadie escaparía a su influjo en el mundo de la pintura. La mítica Gioconda ha inspirado infinidad de libros y leyendas, y hasta una ópera; pero poco se sabe de su vida. Ni siquiera se conoce quién encargó el cuadro, que Leonardo se llevó consigo a Francia, donde lo vendió al rey Francisco I por cuatro mil piezas de oro. Perfeccionando su propio hallazgo del sfumato, llevándolo a una concreción casi milagrosa, Leonardo logró plasmar un gesto entre lo fugaz y lo perenne: la «enigmática sonrisa» de la Gioconda es uno de los capítulos más admirados, comentados e imitados de la historia del arte y su misterio sigue aún hoy fascinando. Existe la leyenda de que Leonardo promovía ese gesto en su modelo haciendo sonar laúdes mientras ella posaba; el cuadro, que ha atravesado no pocas vicisitudes, ha sido considerado como cumbre y resumen del talento y la «ciencia pictórica» de su autor.

De nuevo en Milán: de 1506 a 1513

El interés de Leonardo por los estudios científicos era cada vez más intenso: asistía a disecciones de cadáveres, sobre los que confeccionaba dibujos para describir la estructura y funcionamiento del cuerpo humano. Al mismo tiempo hacía sistemáticas observaciones del vuelo de los pájaros (sobre los que planeaba escribir un tratado), en la convicción de que también el hombre podría volar si llegaba a conocer las leyes de la resistencia del aire (algunos apuntes de este período se han visto como claros precursores del moderno helicóptero).
Absorto por estas cavilaciones e inquietudes, Leonardo no dudó en abandonar Florencia cuando en 1506 Charles d'Amboise, gobernador francés de Milán, le ofreció el cargo de arquitecto y pintor de la corte; honrado y admirado por su nuevo patrón, Da Vinci proyectó para él un castillo y ejecutó bocetos para el oratorio de Santa Maria dalla Fontana, fundado por aquél. Su estadía milanesa sólo se interrumpió en el invierno de 1507 cuando, en Florencia, colaboró con el escultor Giovanni Francesco Rustici en la ejecución de los bronces del baptisterio de la ciudad.
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Quizás excesivamente avejentado para los cincuenta años que contaba entonces, su rostro fue tomado por Rafael como modelo del sublime Platón para su obra La escuela de Atenas. Leonardo, en cambio, pintaba poco dedicándose a recopilar sus escritos y a profundizar sus estudios: con la idea de tener finalizado para 1510 su tratado de anatomía trabajaba junto a Marcantonio della Torre, el más célebre anatomista de su tiempo, en la descripción de órganos y el estudio de la fisiología humana. El ideal leonardesco de la «percepción cosmológica» se manifestaba en múltiples ramas: escribía sobre matemáticas, óptica, mecánica, geología, botánica; su búsqueda tendía hacia el encuentro de leyes funciones y armonías compatibles para todas estas disciplinas, para la naturaleza como unidad. Paralelamente, a sus antiguos discípulos se sumaron algunos nuevos, entre ellos el joven noble Francesco Melzi, fiel amigo del maestro hasta su muerte. Junto a Ambrogio de Predis, Leonardo culminó en 1508 la segunda versión de La Virgen de las Rocas; poco antes, había dejado sin cumplir un encargo del rey de Francia para pintar dos madonnas.

Ultimos años: Roma y Francia

El nuevo hombre fuerte de Milán era entonces Gian Giacomo Tivulzio, quien pretendía retomar para sí el monumental proyecto del «gran caballo», convirtiéndolo en una estatua funeraria para su propia tumba en la capilla de San Nazaro Magiore; pero tampoco esta vez el monumento ecuestre pasó de los bocetos, lo que supuso para Leonardo su segunda frustración como escultor. En 1513 una nueva situación de inestabilidad política lo empujó a abandonar Milán; junto a Melzi y Salai marchó a Roma, donde se albergó en el belvedere de Giulano de Médicis, hermano del nuevo papa León X.
En el Vaticano vivió una etapa de tranquilidad, con un sueldo digno y sin grandes obligaciones: dibujó mapas, estudió antiguos monumentos romanos, proyectó una gran residencia para los Médicis en Florencia y, además, trabó una estrecha amistad con el gran arquitecto Bramante, hasta la muerte de éste en 1514. Pero en 1516, muerto su protector Giulano de Médicis, Leonardo dejó Italia definitivamente, para pasar los tres últimos años de su vida en el palacio de Cloux como «primer pintor, arquitecto y mecánico del rey».
El gran respeto que Francisco I le dispensó hizo que Leonardo pasase esta última etapa de su vida más bien como un miembro de la nobleza que como un empleado de la casa real. Fatigado y concentrado en la redacción de sus últimas páginas para su tratado sobre la pintura, pintó poco aunque todavía ejecutó extraordinarios dibujos sobre temas bíblicos y apocalípticos. Alcanzó a completar el ambiguo San Juan Bautista, un andrógino duende que desborda gracia, sensualidad y misterio; de hecho, sus discípulos lo imitarían poco después convirtiéndolo en un pagano Baco, que hoy puede verse en el Louvre de París.
A partir de 1517 su salud, hasta entonces inquebrantable, comenzó a desmejorar. Su brazo derecho quedó paralizado; pero con su incansable mano izquierda Leonardo aún hizo bocetos de proyectos urbanísticos, de drenajes de ríos y hasta decorados para las fiestas palaciegas. Su casa de Amboise se convirtió en una especie de museo, plena de papeles y apuntes conteniendo las ideas de este hombre excepcional, muchas de las cuales deberían esperar siglos para demostrar su factibilidad e incluso su necesidad; llegó incluso, en esta época, a concebir la idea de hacer casas prefabricadas. Sólo por las tres telas que eligió para que lo acompañasen en su última etapa, la Gioconda, el San Juan y Santa Ana, la Virgen y el Niño, puede decirse que Leonardo poseía entonces uno de los grandes tesoros de su tiempo.
El 2 de mayo de 1519 murió en Cloux; su testamento legaba a Melzi todos sus libros, manuscritos y dibujos, que éste se encargó de retornar a Italia.
Referencias Bibliográficas

viernes, 7 de mayo de 2010

Gramática: El verbo ESSERE

Io sono yo soy
tu sei tu eres
lei é ella es
lui é el es
Lei é Usted es
noi siamo nosotros somos
voi siete vosotros sois
loro sono ellos/as son

Historia: Paleolítico y Neolítico Italiano

Ya existen huellas humanas en la península itálica en el paleolítico. Los modos de vida del hombre de la época eran semejantes a los del resto de Europa: caza y pesca y vivienda en cuevas o abrigos naturales.
Gradualmente esta población evoluciona a mediados del VI milenio hacia las formas culturales más avanzadas del neolítico, ligadas al uso de la cerámica y utensilios de piedra pulimentada.
Cerca del 2500 a.C. se observa una división cultural de la península en dos zonas perfectamente diferenciadas. La línea de división queda marcada en la cordillera Apenínica: la zona al norte de la misma contacta con Europa occidental, mientras, al sur de ella, se observa un apego a los modos culturales antiguos líticos pertenecientes al ámbito mediterráneo de la población.

Referencias bibliográficas:
  • Roldán Hervás, José Manuel. Historia de Roma I. La República romana. Ediciones Cátedra : Madrid, 1981

jueves, 6 de mayo de 2010

Glosario: Speck

El speck es un jamón con un distintivo sabor a enebro originario de la región histórica del Tirol, que se cura con sal y se ahúma.
La primera mención histórica conocida es de principios de los años 1200, cuando algunas de las actuales técnicas de producción ya se empleaban. El Südtiroler Speck (italiano: Speck Alto Adige) es actualmente una Indicación Geográfica Protegida (IGP) por la Unión Europea.
Como el prosciutto y otros, el speck se hace con las patas traseras del cerdo, pero se deshuesa antes de curarlo. Se divide en trozos grandes llamados baffe y se curan en sal y diversas especias incluyendo ajo, hojas de laurel, bayas de enebro y nuez moscada. Se deja reposar varias semanas y después se ahúma.
El speck se ahúma en frío lenta e intermitentemente durante dos o tres horas al día durante aproximadamente una semana, empleando leña como la de haya a temperaturas que nunca exceden los 20°C. Tras esto se deja madurar cinco meses.
El speck es omnipresente en la cocina local de la provincia autónoma de Bolzano, y también se encuentra en Austria, República Checa, Países Bajos, Croacia, Alemania, Italia y Eslovenia.
Puede servirse en lonchas muy finas con rábano picante, encurtidos y pan de centeno con pasas y frutos secos, en una presentación de influencia austriaca.
Se emplea típicamente en pastas, risottos, pizzas y con panes integrales, acompañando también a mariscos de concha, a veces envueltos en vieiras o enrollados en colines y servidos con ensalada de langosta. Puede cortarse en lonchas gruesas y añadirse a salsas para pasta u otros platos con base de sofrito de aceite de oliva y verdura picada. En platos como el risotto, el sabor extremadamente fuerte del speck puede compensarse con otros más suaves como el del perejil, el limón, la menta, etcétera. En ensalada, combina con manzana, brotes, setas y centros de apio.
El speck puede reemplazar fácilmente a la panceta en diversas recetas, como versión más ahumada y con mayor tiempo de curación.

Referencias bibliográficas:

Curiosidades: Lengua Ladina

El ladino es una lengua retorromance hablada en las montañas de los Alpes Dolomitas en Italia, entre las regiones Trentino-Alto Adigio y el Véneto. Está relacionado con el romanche y el friulano.
Después de la caída del Imperio romano, el idioma ladino –que era hablado en todo el arco alpino de la Retia romana- fue perdiendo terreno frente a las invasiones barbáricas. Para el año mil, el ladino estaba reducido a áreas del actual Alto Adigio. Actualmente se encuentra consolidado alrededor de los Alpes Dolomitas.
Región Trentino-Alto Adigio
La lengua ladina de los Dolomitas se puede dividir en cinco subdialectos (dependiendo del mayor o menor nivel de influencias que haya recibido del alemán): el Fascian; el Ghërdeina; el Badiot; el Fodom y el Ampezan.
Los Dolomitas son una cadena montañosa de Italia. El 80 % de su extensión se encuentra en la provincia de Belluno (Véneto). Su nombre proviene de Deodat de Dolomieu, geólogo francés que descubrió la composición de la roca en 1791. La montaña más alta de esta cadena es la Marmolada, con una altura de 3342 metros. Los Dolomitas fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2009.
Marmolada - Los Dolomitas No hay que confundir la lengua ladina de Italia con el ladino sefardí o djudezmo, que es una lengua hablada por los sefardíes (judíos expulsados de España a raiz del edicto de la Alhambra decretado en 1492 por los Reyes Católicos). Eminentemente derivada del castellano es también una mezcla en diferentes proporciones de las lenguas habladas en la península ibérica a la salida de los judíos a fines del siglo XV: catalán, gallego, aragonés, portugués, italiano e incluso provenzal. Como es una lengua propiamente judía contiene una aportación de hebreo y, dependiendo de la zona donde se hable, una fuerte influencia del turco y del griego. Por último el judeoespañol, hablado por los sefardíes del siglo XX muestra también una rica aportación de vocablos del francés, dada la fuerte influencia que tuvo la Alianza Israelita Universal en ciudades como Salónica y Estambul.
Referencias Bibliográficas: